El mundo no es maravilloso, por eso debemos responder con
optimismo a la maldad. La gente ha de ser positiva.
Debemos disfrutar de la vida.
MIKE LEIGH
"Si las entiendes, las cosas son las que son: y si no las entiendes..., las cosas son las que son", dice un provervio japonés. Es el principio de realidad. El sufrimiento nos mueve a reconfigurar nuestra vida, a reordenar nuestros amores, a revisar nuestras actitudes, a cambiar nuestras conductas, a deshacernos de nuestros apegos....En definitiva, a reflexionar sobre el uso, mal uso o infrautilización de nuestra vida. Puede ser una señal de advertencia para que revisemos si debemos cambiar alguna actitud o conducta. ¿Qué debería hacer que no estoy haciendo? ¿Qué estoy haciendo que tal vez debería dejar de hacer? Dos grandes preguntas que pueden provocar cambios importantes en nuestra vida y disminuir el nivel de sufrimiento.
"Es la misma lluvia la que en la tierra inculta hace crecer zarzas y en los jardines, flores" dijo Beethoven. ¿En que tierra interior cae el sufrimiento? ¿Está preparada para que al recibirlo nazcan flores? Una tierrra preparada tiene que ser arada, removida, sembrada, alimentada. Así, cuando la lluvia y el sol la visiten, nacerá algo bello. Pero una tierra así es fruto de mucho trabajo.
Lo mismo ocurre en nuestra vida cuando nos llegan las adversidades. ¿Estamos preparados para gestionarlas ecológicamente? ¿Cuántas horas de dolor hemos vivido? ¿Cuántas de llanto? ¿Con quien hemos compartido el sufrimiento? ¿De él han nacido flores o zarzas?
Hay quien defiende el sufrimiento como un camino de crecimiento personal, y en algunos casos puede serlo. El sufrimiento no es bueno ni malo, pero, en cambio, puede ser útil o inútil. Y el dolor absurdo y sin sentido también nos puede llevar a la destrucción. Nada hay peor que el sufrimiento que provocamos y padecemos debido a nuestro analfabetismo emocional, puesto que es inevitable. Lo cierto es que si bien la adversidad puede hacer que algunas personas se superen, no siempre ocurre así, otras se rompen.
Hay un sufrimiento inevitable que debemos asumir por el simple hecho de que estamos vivos: el causado por la pérdida de las personas que amamos, por la enfermedad, por los cambios debidos al paso del tiempo o por las decisiones de otros que, en el uso de su libertad, pueden desbaratar nuestra existencia sin que podamos evitarlo.
Para este momento es preciso estar preparados. Así de ese sufrimiento podrá nacer algo bello, útil, generoso y amoroso que nos haga más humanos. Pero hay un sufrimiento causado por nuestra incompetencia afectiva que puede y debe ser evitado: el causado por nuestro rechazo, falta de respeto, violencia, afán de posesión, insensibilidad, egoísmo y toxicidad emocional.
De éste debemos prescindir.
CORAZÓN QUE SIENTE, OJOS QUE VEN
de Mercè Conangla y Jaume Soler
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