Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la Tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la Tierra haya Stevenson.
El que prefiere que otros tengan razón.
Esas personas que se ignoran, están salvando al mundo.
Jose Luis Borges
Las pequeñas acciones de los justos tienen lugar en silencio, de forma natural, sin alardes ni engreimiento. Los justos están ahí pero no hacen ruido, viven sus vidas equilibradamente, aportando belleza, creando, cuidando, protegiendo; emanan sentimientos que mejoran el clima que respiramos y diluyen tóxicos: agradecimiento, ternura, placer, compromiso, generosidad, amor; viven su vida, ocupan su lugar en el mundo y lo hacen con una dignidad silenciosa, sin aspavientos. Los justos son coherentes, diversos, fantásticos, en su propia sencillez; no hablan, viven; no enseñan, practican. Y son estas muchas pequeñas acciones de muchas y variadas personas anónimas las que pueden salvar el mundo.
Corazón que siente, ojos que ven (Mercè Conangla y Jaume Soler) |
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