La doctrina de la reencarnación resultaba consoladora porque aseguraba la supervivencia personal tras la muerte y el imperio universal de la justicia; pero, vista con mayor perspectiva, mostraba un panorama poco alentador: el individuo se vería obligado a realizar un esfuerzo continuo y sin fin por actuar correctamente, gozando y padeciendo alternativamente, sin esperanza de escapar de la implacable ley del karman, de descansar finalmente o lograr una satisfacción definitiva. La situación del alma atrapada en el ciclo de las reencarnaciones sería en el fondo espantosa, trágica, semejante a la de Sísifo, condenado a empujar eternamente la roca que nunca podría poner en equilibrio en la cumbre de la montaña. Por ello la idea de la reencarnación nació acompañada de un nuevo ideal religioso: la liberación (moksa) de samsara, de la existencia limitada, del ciclo inacabable de nacimientos y muertes. Desde las upanishad esa liberación constituye para el hinduismo el bien supremo y el fin último del hombre. Veámos en que consiste. La persona consicente de su individualidad y de la situación insatisfactoria en la que se encuentra se pregunta:¿Cómo salir del cículo vicioso de las reencarnaciones? ¿Hay algún modo de llegar a un estado de reposo y felicidad que no se acabe nunca? Y las upanishad responden: la causa de la esclavitud del alma es la ignorancia de su verdadera naturaleza: el ser humano cree que su verdadera realidad es el compuesto formado por el cuerpo y la mente, e ignora que en realidad es un alma (atman) perfecta y pura. Al identificarse con el organismo psicofísico se cree imperfecto, siente que le falta algo y experimenta deseos, que le llevan a actuar, gozando cuando puede satisfacerlos y sufriendo cunado no puede conseguirlo. La naturaleza de los deseos es cíclica: cuando se satisface uno aparece otro, y después otro, en una sucesión sin fin, ya que el placer conseguido mediante la satisfacción de los deseos es pasajero. Por tanto, la ignorancia (avidya) de nuestra verdadera naturaleza espiritual es la causa del deseo, la acción, el placer y el dolor. El deseo es la fuerza que hace encarnarse al alma una y otra vez buscando inútilmente, en el contacto con objetos limitados, la felicidad infinita que anhela y que sólo podrá encontrar en sí mismo. La única forma de abandonar el ciclo de las reencarnaciones es, pues, destruir la ignorancia, descubrir que no somos este cuerpo y esta mente sinó un alma libre de todo lo mundano y, en último término, idéntica a lo divino. Pero ninguna acción ritual o moral puede liberar de la ignorancia, ya que todas las acciones se basan en el deseo y la ignorancia, sólo producen resultados perecederos y forman parte del ciclo kármico. Lo único capaz de destruir la ignorancia es el conocimiento (jñana) no meramente teórico sino vital y experiencial de la naturaleza divina del alma. Esta sabiduría libera de los deseos y proporciona paz y felicidad. El sabio que la posee ha alcanzado la inmortalidad (amrta), está mas allá del bien y del mal, del placer y del dolor. Cuando muere, su individualidad psicofísica se disuelve y no vuelve a reencarnarse. Ha alcanzado la liberación, la meta de la existencia. El conocimiento liberador debe recibirse de un maestro (guru) que ya esté instalado en la sabiduría y pueda transmitirla. La meditación y la reflexión sobre la enseñanza del maestro convierten lo que la principio es una mera creencia intelectual en una percepción directa de la realidad espiritual. Pero esta fructificación del conocimiento sólo puede producirse cuando el discípulo se ha purificado previamente mediante largos años de mortificación (tapas) y ascetismo. Las personas que no sienten el anhelo de liberación necesario para renunciar a todo lo relativo y entregarse a la búsqueda de lo Absoluto pueden, sin embargo, adquirir méritos cumpliendo sus deberes sociales y rituales y llevando una vida virtuosa, lo que les permitirá reencarnarse en circunstancias mas favorables y seguir avanzando hasta la liberación final. Incluso en algunos casos excepcionales como el del legendario rey Janaka, el buscador espiritual podría obtener el conocimiento liberador sin abandonar sus deberes sociales.
Breve historia del hinduismo (Javier Ruíz Calderón) |
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