Los griegos daban el nombre de daimon a todos aquellos espíritus innominados que nos motivan y guían en la vida. Sócrates afirmaba que había vivido de acuerdo con los dictados de su daimon. En una época mas reciente, el poeta inglés W.B. Yeats advertía que el daimon es a la vez una inspiración y una amenaza. En el capítulo titulado "Últimos pensamientos" de su libro Recuerdos, sueños y pensamientos, también Jung se refiere al daimon: "Sabemos que algo desconocido, ajeno, nos sale al paso, tal como sabemos que no somos nosotros mismos quienes creamos un sueño o una inspiración, sino que se trata de cosas que, sin que sepamos cómo, aparecen por su propia cuenta. De todo lo que nos sucede de esta manera se puede decir que proviene del mana*, de un daimon, de un dios o del inconsciente". Y sigue diciendo que él prefiere el término "inconsciente" pero que igual podría decir daimon. En el siglo XV, en su libro sobre el cuidado del alma, Ficino recomendaba encontrar al daimon guardián que desde el principio está con nosotros: "Quien se examine a fondo a sí mismo encontrará su propio daimon". También Rilke sentía respeto por su daimon. En sus Cartas a un joven poeta, le sugiere que se sumerja profundamente en sí mismo para encontrar su propia naturaleza: "Adéntrate en ti mismo para ver lo profundo que está el lugar de donde fluye tu vida" Vivir en presencia de lo daimónico es obedecer las leyes y urgencias interiores. Cicerón decía que lo que explica quienes somos es el animus, es decir la traducción latina de daimon. Ficino nos advierte del peligro de vivir en conflicto con el daimon para que no sucumbamos a la peor forma de enfermedad del alma. Como ejemplo dice que jamás decidiremos dónde vivir sin tener plenamente en cuenta las exigencias del daimon que pueden manisfestarse intuitivamente como una atracción o una inhibición.
*Fuerza impersonal y sobrenatural que según algunas creencias animistas existe en todos los seres.
El cuidado del alma de Thomas Moore |
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