Pensamos en la contaminación como un envenenamiento químico, pero al alma se la puede envenenar por el oído, y también podríamos tener conciencia del valor de las esencias y los aromas. Ficino recomendaba el refinado cultivo de flores y especias como una poderosa manera de poner alma en el mundo.
Podríamos imaginar que gran parte de nuestras enfermedades actuales se deben a que el cuerpo se está haciendo valer en un contexto de entumecimiento cultural. El estómago no obtiene placer alguno de alimentos congelados o en polvo. La nuca se queja de las almohadas de poliéster. Los pies se mueren de aburrimiento porque nunca andan por lugares interesantes. Al cerebro le deprime que lo consideren un ordenador, y seguramente al corazón no le divierte nada que lo traten como si fuera una bomba mecánica. Hoy en día, el bazo no tiene muchas oportunidades de hacer ejercicio, y el hígado ya no es la sede de la pasión. Todos estos nobles órganos, de gran riqueza poética, llenos de poder y de significado, han sido reducidos a meras funciones.
Quizá seamos la única cultura que considera al cuerpo con semejante pobreza de imaginación. Nuestra época es también la única de la historia que ahuyenta el misterio del cuerpo y de su manera de expresarse: la enfermedad. En el siglo XVI, Paracelso dio a los médicos el siguiente consejo: "El médico debe hablar de lo invisible. Lo visible ha de formar parte de su conocimiento, y él debe reconocer las enfermedades, tal como cualquiera que no es médico las reconoce por sus síntomas. Pero esto no hace de él un médico; sólo se convierte en médico cuando conoce aquello que no tiene nombre, que es inmaterial e invisible, y sin embargo tiene su efecto".
Estas palabras de Paracelso serían dífíciles de aplicar en el contexto médico moderno, donde a lo invisible que tiene efecto se lo ve por el microscopio o por medio de los rayos X. La medicina moderna convierte lo invisible en algo literal, confía en que el microscopio le revele las raíces de la enfermedad, pero la visión del microscopio no alcanza la profundidad suficiente. El médico de la escuela de Paracelso tendría en cuenta los factores invisibles que operan en la enfermedad: las emociones, los pensamientos, la historia personal, las relaciones, la nostalgia, el miedo, el deseo y muchos más.
El cuidado del alma - Thomas Moore
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