TODOS LOS SERES HUMANOS ESTÁN INMERSOS EN LA BÚSQUEDA DE LA PAZ INTERIOR. Y, AUNQUE CONOCEN LOS CAMINOS MUNDANOS Y PUEDEN OBTENER TODO LO QUE DESEAN, SABEN QUE LO MÁS PRECIOSO ES LA PAZ INTERIOR PERO ¿QUÉ ES ESTA PAZ? ¿UNA IDEA? ¿UNA EXPERIENCIA? ¿CÓMO SE PUEDE ENCONTRAR?







miércoles, 24 de noviembre de 2010

Kabir

EN CADA CUERPO
En cada cuerpo
Se apaga la luz del alma.
Muere la tierra.
Muere el cielo.
Mueren los seres en sus múltiples formas.
Todo lo que ha aparecido, desaparece.
Los cuatro Vedas mueren también.
En el Corán muere la tradición.
El yogui que medita muere en el yoga.
El Maestro permanece inmutable.

SOY EL MÁS IMPURO DE TODOS
Soy el más impuro de todos
Todos son rectos, menos yo.
Todos son virtuosos, menos yo.
Todos son devotos, menos yo.
Quien así también se vea a sí mismo,
Ése es mi amigo.

MURIENDO POCO A POCO
Muriendo poco a poco
He muerto para las cosas
De este mundo terrenal.
Hay que saber morir de este modo.
 Porque quien muere de tan dichosa manera,
Ése no muere jamás.

Plegarias de la India (Poemas, sentencias y mantras)

Kabir nació en Benarés hacia 1400. Casado y con dos hijos, vivió una existencia ordinaria y apacible hasta el día en que Ramananda, el maestro Perfecto, le mostró la Senda de la Verdad.
A partir de ese momento Kabir abandonó casa, família y oficio. Dedicó su vida a recorrer el camino del conocimiento, pero no se adhirió a los ritos y creencias populares. Dicen de él que se burlaba de la tradición que exigía bañarse en el Ganges para lograr la purificación, pues sotenía que "si así fuera, los peces serían los seres más perfectos". Tampoco creía en la vida errante y fué su casa el centro de reunión de quienes ansiaban conocer la verdad de su palabra. Estas actitudes le valieron críticas y persecuciones. Condenado a muerte, la pena fué luego conmutada por el destierro, que cumplió en el norte de la India, donde su popularidad creció y seguidores de todas las clases, desde parias hasta  príncipes y gobernadores, lo adoraron.
Murió anciano y una leyenda rodea su muerte: enfermo, y a punto de fallecer, presenció la escena en que musulmanes e hindúes se disputaban el derecho a decidir los honores fúnebres que le rendirían. Según el ritual de cada uno, deberían enterrarlo o incinerarlo. Kabir exigió que lo dejaran solo. Se cubrió con una manta y se quedó en su cabaña en espera de la muerte. Cuando los discípulos fueron a verlo, debajo de la manta solo hallaron un manojo de flores. Musulmanes e hindúes se repartieron las flores y las honraron según las propias creencias.
Hoy, millones de seguidores de toda la India veneran la figura de Kabir.

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