[...] ¿Cuáles son entonces las causas evolutivas de esa capacidad infinita de la gente para hacerse infeliz? ¿Tiene que ver con la envidia? Es cierto que a la mayoría de las personas les importa más lo que gana el vecino que el crecimiento del producto nacional bruto. Pero ¿tiene que ver con la perversión cultural que coarta en nombre de convenciones sutiles, pero indestructibles, la capacidad de gozar? ¿Con qué tiene que ver esa capacidad infinita para hacerse infeliz? ¿Está el secreto en el fuero interno de los infelices? ¿En su manera equivocada de gestionar sus emociones? ¿Por qué tanta desconfianza, enfurruñamiento y falta de esplendor?
Se lo he preguntado a un sinfín de personas informadas y puedo anticipar la supuesta razón que se suele manejar y que incluye a todas las demás: "El ser humano ha sobrevivido y ha superado a otras especies, precisamente por su capacidad de tomar conciencia de sus limitaciones, y eso es lo que le genera infelicidad y disgusto con el entorno y con sus semejantes".
Ésa es la convicción generalizada, que se asienta en el error descomunal de culpar de la infelicidad a la búsqueda del conocimiento de las cosas y de las personas. Para todos los premios Nobel con los que he hablado, el tiempo más feliz de su vida fué cuando buscaban; cuando, conscientes de sus limitaciones, profundizaban en el conocimiento de las cosas y las personas. El premio supuso, casi siempre, más bien un incordio en su vida de investigador.
La ciencia moderna está poniendo de manifiesto, al contrario de la creencia generalizada, que la infelicidad tiene sus raíces en la manía del cerebro de no cuestionar ni renunciar a sus creencias. De aferrarse a convicciones falsas. De no desaprender. De no profundizar, precisamente, en el conocimiento de las cosas y de las personas como son, y no como creemos que son.
Martin Seligman, profesor de psicología en la Universidad de Pensilvania, en EEUU, es mundialmente famoso por ser el mayor impulsor de la denominada psicología positiva. Este profesor trabaja para aliviar el sufrimiento en el mundo. Para él la clave de todo está en darse cuenta de que la noción de felicidad es científicamente imposible de concretar, significa demasiadas cosas para la gente, aunque él ha intentado descomponerla en tres elementos para poder medirlos científicamente y dar a las personas claves para intervenir. El primer elemento es la vida de placer y las emociones positivas, como por ejemplo las risas, las sonrisas o el hecho de estar de buen humor; el segundo es la vida comprometida, es decir, comprometerse en el amor, en el trabajo, con los hijos, con el ocio, con las amistades. Y el tercero es la vida significativa, y es el que tiene el mejor componente de inteligencia. Se trata de saber cuales son los puntos fuertes de cada uno y utilizarlos para algo que creemos que es mayor que nosotros. Así tenemos la vida agradable, la vida comprometida y la vida con significado, las tres nociones que forman el concepto de felicidad y que se pueden contrastar de forma científica.
Eduardo Punset - Excusas para no pensar |
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